Las horas se suceden en tranquilidad, no cuando estáis.
Alguien podría preguntarse si os he echado de menos. Si realmente os hemos echado de menos.
¿Como podríamos haberlo hecho?
¿Como se puede echar de menos el ruido, la confusión, la suciedad, el vacio?
No hablo de esas latas, de las bolsas de plástico, de los excrementos dejados donde volveís luego a comer, de vuestras voces cada una más alta que la otra.
Hablo de esa suciedad mental de no pertenecer a ningún sitio, de no sentirte parte de nada, de no ser capaz de sentir paz con uno mismo y ser con lo que te rodea, respetando tu vida, tu entorno y tu ser.
Hablo de ese gritar sin parar.
¿Qué tanto se puede hablar si nunca se escucha, si no eres capaz de escucharte a ti mismo?.
Alaridos que atormentan nuestros atardeceres y esa noche llena de estrellas con el sonido a lo lejos de tu radio.
Debes de temer mucho al silencio de encontrarte con lo que no has sido.
El alcohol dibuja la felicidad que eres incapaz de encontrar. Truco barato efímero del que pasa al lado de las cosas sin haber pasado.
Es imposible que os eche de menos, pero ¿qué voy a saber yo? Si tan solo soy un pobre pájaro que vive en la más absoluta y completa libertad.