Que a veces callemos, no es que no tengamos voz.
Que no se vean nuestras lágrimas no quiere decir que no lloremos.
Ausentes en la queja aun cuando duele no es que no sangremos.
Perdidos en nuestro silencio el alma se arruga,
heridos en soledad no gritamos lo suficiente
para los que necesitan de lo evidente vuelvan la vista atrás.
Se consume la vida,
simplemente se escapa entre nuestras manos
sin esa mano cercana que se pregunte si estás bien,
sí ríes
sí lloras
sí sientes
sí sufres.
¿De quién es la mano que puede permitir que sufras
siendo tu, tan sólo belleza?
Sangra a gritos la herida,
aunque no escuche tu voz,
aunque no te sienta, aunque no vea tus lágrimas.