Corría el año 88, en reposo tras una operación de la que avisé a mis amigos el día de los inocentes, mi profe Luis fue a verme a casa. De sus manos un pequeño libro, el mayor de los regalos.
Con 15 años, con todo el mundo por amar hasta la intensidad de quemarse y desaparecer de lo cotidiano, recibir el regalo de la antología poética de Neruda es algo que marca para siempre no sólo la historia de una vida sino de las vidas que la rodean.
Es justo ahí cuando ya te soñaba mi reina, aunque no lo supiésemos.
Poema 7: Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.
Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.
Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.
Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.
Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.